Ella estaba de espaldas a la cama, desnuda bajo la sábana blanca. Su cabello rubio cubría sus hombros desnudos y sus brazos se extendían hacia el techo. Su piel era suave como la seda, sus labios eran carnosos y sus ojos eran tan profundos que parecían el mar.
Él estaba acostado al lado de una de esas putas Madrid, mirándola con admiración. Su voz era suave y cálida, como si estuviera abrazándola. Suavidad, amor, pasión. Estas palabras flotaban en el aire.
Se acercó a ella y la besó suavemente en los labios. Sus lenguas se entrelazaron y sus cuerpos se unieron como uno. Se abrazaron y se acariciaron. Sus manos recorrían cada parte de sus cuerpos desnudos, explorando y descubriendo el placer que los dos compartían.
Él besó sus labios, su cuello, sus hombros y su vientre. Se detuvo para mirarla y admirar su belleza. Ella se sentía hermosa y deseada.
Él bajó sus labios hacia su entrepierna y la besó. Ella gimió de placer y se contorsionó bajo su boca. Sus gemidos eran música para sus oídos. Se movía hábilmente dentro de ella, llevándola al éxtasis.
Y luego, él se colocó encima de ella. Se miraron a los ojos y él penetró en ella. Se movían al unísono, como si fueran una sola entidad. Sus cuerpos se fundieron en una danza erótica, cada vez más intensa.
Y mientras el placer se intensificaba, se sentía el amor que habían construido juntos.
La música de sus cuerpos se hizo cada vez más intensa hasta que llegaron al clímax. Sus cuerpos se estremecieron y suspiraron de satisfacción.
Yacían juntos en la cama, acariciándose y besándose. El amor había ganado y el sexo había sido solo el final.
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