Nos habíamos prometido un fin de semana en un hotel boutique para festejar nuestro aniversario de amantes. Lo había conocido trabajando como escorts de argentina, luego de que mi amiga me recomendara apenas me mudé a Buenos Aires. Estaba cómoda, pero no tenía mucha experiencia. Cuando lo conocí a él, aprendí lo que era verdaderamente el placer del sexo. Empecé como escorts de argentina y terminé acostándome y revolcándome con ese hombre en cada rincón de la ciudad. Amé su cuerpo desde el primer momento en que lo vi. Pero ese día de nuestro aniversario lo recordaré por siempre.
Nos subimos al auto, cada uno con su equipaje. Mientras el coche arrancaba, tuve una infinita sensación de felicidad y tranquilidad. Respiré profundo. Por un momento volví a recordar cuando lo conocí como escorts de argentina, pero luego lo miré y acepté que era mi amante. Sentí la suave brisa de la mañana, los rayos del sol acariciando mi rostro a medida que avanzábamos, y empecé a pensar en la ropa de “guerra” que había guardado en la maleta. Soñaba con no salir de la habitación en todo el fin de semana y que esa noche de entretenimiento adulto, como le llaman, no se acabara.
Cuando llegamos, ya estaba oscureciendo. Nos registramos y nos asignaron nuestra habitación, era increíblemente hermosa. Una cama enorme, un baño espectacular con bañera de hidromasaje, un ramo de rosas sobre la cama, y un par de copas sobre la mesa completaban la bienvenida. La botella de champán estaba en la heladera. De solo pensarlo se me hacía agua la boca. Me sentí su mujer, no una escorts de argentina que había conocido para distraerse. Nos bañamos y fuimos a cenar, pero la verdad es que moríamos por volver a la habitación. Cuando regresamos, fui al baño y me cambié. Tanga, portaligas y medias negras. Zapatos de taco alto, lo que le gustaba a él. Me miré en el espejo y vi lo bella que estaba. Buenas tetas, un culo impresionante, y el deseo que explotaba en mi mirada. Estaba segura de que no se resistiría. Él me esperaba con el champán para empezar a festejar.
Nos empezamos a besar como si recién nos conociéramos. Nos acariciamos cada parte del cuerpo, primero despacio y después cada vez más calientes. Me agarraba fuerte el trasero. Cuando me tocaba, me volvía loca y me calentaba muchísimo. Recordaba a cada instante cómo me calentaba cuando era la escorts de argentina que lo acompañaba y escuchaba sus problemas. Ese momento en el hotel fue sublime, por estar solos y por lo que él tenía planeado.
Le saqué la ropa y noté que la tenía durísima, enorme. Me dije a mí misma “se la voy a chupar como nunca”. Empecé con besos sutiles, y mientras yo hacía mi trabajo, él no dejaba de acariciarme. Me puse en cuatro sobre la cama, de manera que el pudiera tener vía libre. Se mojó los dedos y empezó a metérmelos de a uno. Yo estaba empapada. Poco a poco me fue metiendo los dedos mojados en la cola. De repente, él se levantó y me tapó los ojos con un pañuelo negro. Aunque no era algo común para una escorts de argentina como yo, me excitó mucho.
En ese momento dejé de pensar para pasar a una dimensión desconocida y en completo éxtasis. Escuché que estaba buscando algo, pero no sabía qué era. Recostada boca arriba y completamente enamorada de ese momento, sentí cómo me empezó a chupar la vagina, me metía los dedos, me acaricia y casi al punto del clímax pasó su lengua por mi cola. Sentí su saliva, sus dedos, y aunque costó un poco, él, solo él, logró que me relajara para lo que venía. Lo intuía, pero nunca pensé que llegaría a hacerlo… La fantasía estaba por cumplirse. A pesar de haber empezado como escorts de argentina, nunca había tenido una experiencia de doble penetración. Se detuvo y sentí algo frío y suave en la cola, adentro. Me estremecí y quedé sin aliento. Me estaba lubricando. “Te voy a coger como nunca” me dijo. Usó sus dedos primero y yo empecé a temblar, pero de placer. Luego de varios movimientos que no podría explicar, me di cuenta de que ya no eran sus dedos los que estaban entrando en mi cola, sino su miembro, su enorme pija. Él empezó a disfrutar sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, estaba entrando en mi cola suavemente. Entraba y salía lentamente, con movimientos cortos y despacio; cuando nos dimos cuenta, estaba completamente adentro.
De repente, vi que tomó algo, yo con los ojos cerrados y casi sin poder respirar; sin dejar de hacer su trabajo metió algo duro en mi vagina. Era un consolador. Me empecé a volver loca. Temblaba. Suspiraba. Jadeaba. Gritaba. Tenía ambos agujeros ocupados, y el placer que sentía no se puede explicar con palabras. En un momento decidió darme vuelta y quedé boca arriba. Seguimos experimentando, cada vez más relajados y excitados. Nos mirábamos a los ojos y sonreíamos sin decir palabra. No hacía falta. El acto continuó durante más de una hora. Y mientras yo estaba acabando, él salió para llenarme las tetas de leche.
El placer de ese día fue infinito, pero las experiencias que vinieron después me convirtieron en una gran experta. Ya les contaré…
